Por algunos ropajes de nueva apariencia y el lenguaje (casi chabacano, según los temas), la derecha argentina perdura igual a sí misma, en el transcurso de la historia, que en gran parte ella misma escribe.
Su ambición por el poder le es inherente y sigue pensando que la pobreza es una desgracia natural, al mejor estilo maltusihano. Tal interpretación deviene por ser la principal responsable de aquella condición, al manejar los sistemas productivos y de servicios.
Nadie elige el hambre si no se lo imponen.
La derecha vernácula critica la política en tanto ella no la controle, así como su derivado, el neoliberalismo, rechaza al Estado en tanto no lo ocupa. Le exige eficiencia al Estado y desprovisto de ideología como de hacer política, excepción cuando lo asaltó asociada al militarismo o cuando un aventurero se apoyó en un movimiento popular para hacer lo opuesto a lo prometido a sus votantes. Sabemos cómo terminó el país.
Curiosamente adopta los comportamientos callejeros de las clases bajas, al manifestarse en las calles y las rutas reclamando por sus privilegios, suavemente recortados. Pero la diferencian imágenes: su indumentaria, los 4x4 y cacerolas de altos precios. Se copia de los florilegios de la izquierda y del populismo, apoyada por los medios de comunicación tradicionales. Ha recuperado el apoyo de la clase media, resurgida con la reactivación de la economía, enterrada en los 90 por el neoliberalismo, que le atribuye ahora el haber recuperado el “sentido común”: ser cola de la clase alta. Añora aquellos años envuelta en la ilusión de 1 dólar 1 peso; el trepado de la pobreza y la desocupación y el mayor endeudamiento en la historia nacional, el derrumbe del 60% de la industria nacional, política bendecida por los organismos financieros internacionales. Dos Presidentes, uno surgido del justicialismo y otro del radicalismo, derrumbaron a la Argentina y a los argentinos, sin que ninguna condena los alcance haciéndolos responsables –como lo fueron- de aquella hecatombe. El segundo fue responsable de haber ordenado la represión de manifestantes, de los cuales 36 fueron muertos por las policías, pero un tramo de la Justicia dictaminó su inocencia. Y la Unión Cívica Radical, cuyos directivos se envuelven en la ética, lo conservan en sus filas. Y al primero también por lado del Justicialismo.
La memoria de los vivos suele remitir a los orígenes de sus héroes muertos, pero no los respetan en sus acciones.
El slogan Patria y Propiedad, es la síntesis de la historia de la derecha. Y ha entrelazado una relación dialéctica: una no se concibe sin la otra. Esa fórmula está cargada de dignidad inducido por el primer concepto y secundado por la jerarquía social que infiere la propiedad. La propiedad está consagrada en la Constitución Nacional como un derecho, aunque hay leyes que reglamentan su ejercicio como la condición de ciudadano. En cuanto a la Patria es de todos por igual.
Gran parte de la propiedad fue elaborada a partir de la segunda mitad del siglo XIX con los fusiles Regminton, acribillando a los indios, a pesar de lo establecido por la Constitución Nacional. Fue la
conquista de la tierra, imitada de los europeos, que no trajeron el capitalismo sino los restos del feudalismo. La derecha sigue adorando a la república, que controló con su elite intelectual, pregonera del liberalismo que aplicó solo en la economía, mientras pudo taponar a la democracia. Quiso congelar la historia en tanto la describía a su manera y controlar la memoria.
Hoy muestra atisbos de resurgimiento. Cuenta con datos favorables, como la presencia cuantitativa de empresas extranjeras de gravitación en la economía y poderosos intereses agrarios fusionados con los financieros a los que no les interesa la industrialización. Pero sin ésta no hay desarrollo y tampoco lo habrá si agro e industria no se fusionan.
La derecha no cambia, solamente los actores.
Marzo 2014
Canono Elorza.
Su ambición por el poder le es inherente y sigue pensando que la pobreza es una desgracia natural, al mejor estilo maltusihano. Tal interpretación deviene por ser la principal responsable de aquella condición, al manejar los sistemas productivos y de servicios.
Nadie elige el hambre si no se lo imponen.
La derecha vernácula critica la política en tanto ella no la controle, así como su derivado, el neoliberalismo, rechaza al Estado en tanto no lo ocupa. Le exige eficiencia al Estado y desprovisto de ideología como de hacer política, excepción cuando lo asaltó asociada al militarismo o cuando un aventurero se apoyó en un movimiento popular para hacer lo opuesto a lo prometido a sus votantes. Sabemos cómo terminó el país.
Curiosamente adopta los comportamientos callejeros de las clases bajas, al manifestarse en las calles y las rutas reclamando por sus privilegios, suavemente recortados. Pero la diferencian imágenes: su indumentaria, los 4x4 y cacerolas de altos precios. Se copia de los florilegios de la izquierda y del populismo, apoyada por los medios de comunicación tradicionales. Ha recuperado el apoyo de la clase media, resurgida con la reactivación de la economía, enterrada en los 90 por el neoliberalismo, que le atribuye ahora el haber recuperado el “sentido común”: ser cola de la clase alta. Añora aquellos años envuelta en la ilusión de 1 dólar 1 peso; el trepado de la pobreza y la desocupación y el mayor endeudamiento en la historia nacional, el derrumbe del 60% de la industria nacional, política bendecida por los organismos financieros internacionales. Dos Presidentes, uno surgido del justicialismo y otro del radicalismo, derrumbaron a la Argentina y a los argentinos, sin que ninguna condena los alcance haciéndolos responsables –como lo fueron- de aquella hecatombe. El segundo fue responsable de haber ordenado la represión de manifestantes, de los cuales 36 fueron muertos por las policías, pero un tramo de la Justicia dictaminó su inocencia. Y la Unión Cívica Radical, cuyos directivos se envuelven en la ética, lo conservan en sus filas. Y al primero también por lado del Justicialismo.
La memoria de los vivos suele remitir a los orígenes de sus héroes muertos, pero no los respetan en sus acciones.
El slogan Patria y Propiedad, es la síntesis de la historia de la derecha. Y ha entrelazado una relación dialéctica: una no se concibe sin la otra. Esa fórmula está cargada de dignidad inducido por el primer concepto y secundado por la jerarquía social que infiere la propiedad. La propiedad está consagrada en la Constitución Nacional como un derecho, aunque hay leyes que reglamentan su ejercicio como la condición de ciudadano. En cuanto a la Patria es de todos por igual.
Gran parte de la propiedad fue elaborada a partir de la segunda mitad del siglo XIX con los fusiles Regminton, acribillando a los indios, a pesar de lo establecido por la Constitución Nacional. Fue la
conquista de la tierra, imitada de los europeos, que no trajeron el capitalismo sino los restos del feudalismo. La derecha sigue adorando a la república, que controló con su elite intelectual, pregonera del liberalismo que aplicó solo en la economía, mientras pudo taponar a la democracia. Quiso congelar la historia en tanto la describía a su manera y controlar la memoria.
Hoy muestra atisbos de resurgimiento. Cuenta con datos favorables, como la presencia cuantitativa de empresas extranjeras de gravitación en la economía y poderosos intereses agrarios fusionados con los financieros a los que no les interesa la industrialización. Pero sin ésta no hay desarrollo y tampoco lo habrá si agro e industria no se fusionan.
La derecha no cambia, solamente los actores.
Marzo 2014
Canono Elorza.
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